malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

lunes, 28 de diciembre de 2009

Yeats


Si tuviese yo las telas bordadas del cielo, recamadas con luz dorada y plateada, las telas azules y las tenues y las oscuras de la noche y la luz y la media luz, extendería las telas bajo tus pies: pero, siendo pobre, sólo tengo mis sueños. He extendido mis sueños bajo tus pies; pisa suavemente, pues pisas mis sueños.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

el estilo es el vómito, Enrique Lihn



Palabras que nunca caben en una misma frase
se apretujan en ella
una pandilla de borrachos a la salida del saloon
Y la poesía vocifera excitada por la velocidad
de las asociaciones. Sus adictos
hacen caso omiso de las señales de tránsito
Palabras que se acoplan unas a otras hasta perder el sentido
en esos excesos
El estilo es el vómito.



diarios - John Cheever

Cuando la autodestrucción entra en el corazón, al principio parece apenas un grano de arena. Es como una jaqueca, una indigestión leve, un dedo infectado; pero pierdes el de las 8.20 y llegas tarde para solicitar un aumento de crédito. El viejo amigo con quien vas a comer de repente agota tu paciencia y para mostrarte amable te tomas tres copas, pero el día ya ha perdido forma, sentido y significado. Para recuperar cierta intencionalidad y belleza bebes demasiado en las reuniones, te propasas con la mujer de otro y acabas por cometer una tontería obscena y a la mañana siguiente desearías estar muerto. Pero cuando tratas de repasar el camino que te ha conducido a este abismo, sólo encuentras el grano de arena.

bailarina de ostraca - arte egipcio

MIEDO - Raymond Carver

MIEDO DE VER UNA PATRULLA POLICIAL DETENERSE FRENTE A LA CASA. MIEDO DE QUEDARME DORMIDO DURANTE LA NOCHE. MIEDO DE NO PODER DORMIR. MIEDO DE QUE EL PASADO REGRESE. MIEDO DE QUE EL PRESENTE TOME VUELO. MIEDO DEL TELÉFONO QUE SUENA EN EL SILENCIO DE LA NOCHE MUERTA. MIEDO A LAS TORMENTAS ELÉCTRICAS. MIEDO DE LA MUJER DE SERVICIO QUE TIENE UNA CICATRIZ EN LA MEJILLA. MIEDO A LOS PERROS AUNQUE ME DIGAN QUE NO MUERDEN. ¡MIEDO A LA ANSIEDAD! MIEDO A TENER QUE IDENTIFICAR EL CUERPO DE UN AMIGO MUERTO. MIEDO DE QUEDARME SIN DINERO. MIEDO DE TENER MUCHO, AUNQUE SEA DIFÍCIL DE CREER. MIEDO A LOS PERFILES PSICOLÓGICOS. MIEDO A LLEGAR TARDE Y DE LLEGAR ANTES QUE CUALQUIERA. MIEDO A VER LA ESCRITURA DE MIS HIJOS EN LA CUBIERTA DE UN SOBRE. MIEDO A VERLOS MORIR ANTES QUE YO, Y ME SIENTA CULPABLE. MIEDO A TENER QUE VIVIR CON MI MADRE DURANTE SU VEJEZ Y LA MÍA. MIEDO A LA CONFUSIÓN. MIEDO A QUE ESTE DÍA TERMINE CON UNA NOTA TRISTE. MIEDO A DESPERTARME Y VER QUE TE HAS IDO. MIEDO A NO AMAR Y MIEDO A NO AMAR DEMASIADO. MIEDO A QUE LO QUE AME SEA LETAL PARA AQUELLOS QUE AMO. MIEDO A LA MUERTE. MIEDO A VIVIR DEMASIADO TIEMPO. MIEDO A LA MUERTE. YA DIJE ESO.

Viaje al fin de la noche - F.F. Cèline

Pero era demasiado tarde para rehacer la juventud. ¡Ya no creía en ella! En seguida te vuelves viejo y de forma irremediable. Lo notas porque has aprendido a amar tu desgracia, a tu pesar. Es la naturaleza, que es más fuerte que tú, y se acabó. Nos ensaya en un género y ya no podemos salir de él. Yo había seguido la dirección de la inquietud. Te tomas en serio tu papel y tu destino poco a poco y luego, cuando te quieres dar cuenta, es demasiado tarde para cambiarlos. Te has vuelto inquieto y así te quedas para siempre.

Moby Dick - Herman Melville

Llamadme Ismael. Hace unos años -no importa cuánto hace exactamente-, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo. Es un modo que tengo de echar fuera la melancolía y arreglar la circulación. Cada vez que me sorprendo poniendo una boca triste; cada vez que en mi alma hay un nuevo noviembre húmedo y lloviznoso; cada vez que me encuentro parándome sin querer ante las tiendas de ataúdes; y, especialmente, cada vez que la hipocondria me domina de tal modo que hace falta un recio principio moral para impedirme salir a la calle con toda deliberación a derribar metódicamente el sombrero a los transeúntes, entonces, entiendo que es más que hora de hacerme a la mar tan pronto como pueda. Es mi sustituto de la pistola y la bala. Catón se arroja sobre su espada, haciendo aspavientos filosóficos; yo me embarco pacíficamente. No hay en ello nada sorprendente. Si bien lo miran, no hay nadie que no experimente, en alguna ocasión u otra, y en más o menos grado, sentimientos análogos a los míos respecto del océano.