malditos sean los curiosos y que los malditos sean curiosos:
la esencia de la poesía es una mezcla de insensatez y látigo...
....el gran Hank

domingo, 28 de julio de 2013

el calibre del poema (I)
























como una carretera secundaria, con sus cunetas misteriosas, sus zonas boscosas hechas para la pérdida, sus curvas cerradas serpenteando libremente, sus cambios de rasante impidiendo ver lo que acecha, algo así se alberga en el poema. en ocasiones al acabar de leerlo queda un silencio que duele y una luz devoradora, una luz blanca y acusadora, como si se tratara de un quirófano clandestino y alguien operara nuestras vidas a través de él. rajando y cosiendo versos, sedando con vocablos, drenando emociones. 

a veces cae el sol en el poema y nos teñimos de rojizos, sangre que precede a la noche negra a pesar de la luna que se ahorca de ella como un foco que quiso calmarnos inútilmente, cuando todo ya fue caer por una escalera eterna. pueden ser un baile de zíngara, pueden arreglar un domingo. pueden estar arrugados en el bolsillo de un estudiante chileno en un París que nunca fue lo esperado. pueden hipnotizar la carne, dar lluvia a las miradas, erizar columnas vertebrales, latigar el sexo, desprender aromas, descubrir el braille de nuestras pieles cuando nos creímos ojos abiertos. 

yo le pido al poema que no me deje ser la misma al acabar de leerlo. que me lo robe todo. que sea la estación más peligrosa. que me muerda los tobillos, que me sacuda la boca o me viole el alma. que si debe ser hermoso, me duela escandalosamente. que parta horizontes o esternones, pero que se instale en mi pecho hasta el bramido. que me desordene el cuarto y empañe los cristales. que me apriete en la cintura o me venga dos números pequeño. que no acierte en la temperatura y me empape en sudor, que me deje en cueros cuando llega la tormenta.   

le pido que me llegue con hambre y me devore. 


domingo, 21 de julio de 2013

voy a desatarme el pecho





























voy a desatarme el pecho
mientras sueño que muero en la cal viva de tus abrazos 
aquí reparto espacios y me palpo
en un foco de luz insana me corro de pie pensando en mi amor.
no estamos asustados sólo llegamos quebrados del ayer.
cabalgo el pensamiento que trata de anclarme con el plomo de la nostalgia
porque en tu puerto dejé un beso inacabado.

eutanasia amorosa a cambio de olvido, no la quiero
aquí la memoria es un esparto que cubre y descubre las cicatrices
un esparto que rasca y araña la urticaria que provocan los días felices
heridas que de tan necesarias, hermosa me hicieron
porque veo belleza en las esquinas sombrías 
y en los parques vacíos

sólo cuando el amor se muestra agostado
le buscamos la boca y suspiramos fuerte 
inventándole agallas
yo sé salvarlo

el deseo y el estribo se pelean como perros
aquí, donde el cruce de las pieles que se destiñen
aquí, donde se libran las palabras
la tijera en los labios
se desnuda la voz en las manos
tan armados
cuando el mar es un llanto

venga,escriba, 
suelta a las fieras y
destrózame con tu bandada de versos
haz de tu pluma un delirio, un infarto
arranca el sentimiento entumecido
de los años que pasaron como un coma
de la noche incurable que trepaba tu cama
cuando dentro, en lo hondo, algo se te había ido.

jueves, 11 de julio de 2013

anoche me arranqué la piel

 
anoche me arranqué la piel
no sabía qué hacer con ella
sólo supe que me sobraba. 
pude hundirme en un río de fiebre,
en una ciudad nerviosa, 
en una hora de amor atragantada
o fabricar el felpudo en el que la rabia se limpie el barro
cuando te llega oxidada y malhumorada.

anoche me arranqué la piel
porque le faltaban tus yemas,
le faltaba tu boca, los navajazos de tus miradas 
y tus dulces y esperados agravios.
había mucha gente en las calles pero no eran nadie.
había mucha sangre pero era otro dolor.
tan escandalosos y libres
tan entregados al responso por la carne.

anoche una mano hurgaba entre mis piernas
no sé de quién era
si tuya, mía o del diablo.
pero hurgaba con vicio, demandaba algo. 
tan osada, tan violenta y tan firme.

me arranqué la piel y fueron jirones testigos del ansia.
más tarde me miré en un espejo desconocido
y pude ver mi alma. 
no era hermosa pero era verdadera. 
 
déjame ser tu sudario
en esta hora muerta de vertedero
carcajada o arponazo delicioso,
que enfermos en los versos, 
expiremos en ellos, 
celebrando el deterioro
de las palabras cuando gritan vida en sus posos

que no se pulveriza el amor por la distancia, te digo.
que en rasuradas curvas te deslizaste 
sin llegar a romperte pero deseándolo, 
tanto, mucho, demasiado
hacia el mar que es un cielo líquido y armado
y hacia el amor que nunca fue un animal alado
siempre sediento, siempre pisoteado.

yacemos incendiados
necesitando en la acrobacia del abrazo, morir un poco
mientras veo gente que no se hace preguntas, 
veo gente que tan solo escupe respuestas.

en el bosque, drogada de sueños,
voy a trazar el grito con la anestesia que me da tu boca
que ahoga la realidad, la realidad que es trapo mojado, 
soga, patio vacío y desencanto
rompes la camisa de fuerza de los días iguales.
en la rareza del sentimiento bisiesto 
que me ofreces y me arrancas,
haces arte

el poema como sendero luminoso
que socava y traza el consuelo
en el vientre de los reptantes.

dame las paredes de tu cuerpo 
que haré de ti árbol joven que no conoce vértigo.

dame un resquicio, un punto de apoyo
que yo sacaré del incendio el tesoro. 

anoche me arranqué el poema,
quedó una grieta, una calle muerta, un desvelo herido.
me lo arranqué cual astilla en el dedo corazón, con los dientes, lo arrastré hacia fuera.
te lo brindo tan rojo, tan de dentro, tan amputado, tan de amor amotinado.
que no me rindo.


miércoles, 10 de julio de 2013

la francesa - Roberto Bolaño


Una mujer inteligente.
Una mujer hermosa.
Conocía todas las variantes, todas las posibilidades.
Lectora de los aforismos de Duchamp y de los relatos de Defoe.
En general con un auto control envidiable,
Salvo cuando se deprimía y se emborrachaba,
Algo que podía durar dos o tres días,
Una sucesión de burdeos y valiums
Que te ponía la carne de gallina.
Entonces solía contarte las historias que le sucedieron
Entre los 15 y los 18.
Una película de sexo y de terror,
Cuerpos desnudos y negocios en los límites de la ley,
Una actriz vocacional y al mismo tiempo una chica con extraños rasgos de avaricia.
La conocí cuando acababa de cumplir los 25,
En una época tranquila.
Supongo que tenía miedo de la vejez y de la muerte.
La vejez para ella eran los treinta años,
La Guerra de los Treinta Años,
Los treinta años de Cristo cuando empezó a predicar,
Una edad como cualquier otra, le decía mientras cenábamos
A la luz de las velas
Contemplando el discurrir del río más literario del planeta.
Pero para nosotros el prestigio estaba en otra parte,
En las bandas poseídas por la lentitud, en los gestos
Exquisitamente lentos
Del desarreglo nervioso,
En las camas oscuras,
En la multiplicación geométrica de las vitrinas vacías
Y en el hoyo de la realidad,
Nuestro absoluto,
Nuestro Voltaire,
Nuestra filosofía de dormitorio y tocador.
Como decía, una muchacha inteligente,
Con esa rara virtud previsora
(Rara para nosotros, latinoamericanos)
Que es tan común en su patria,
En donde hasta los asesinos tienen una cartilla de ahorros
y ella no iba a ser menos,
Una cartilla de ahorros y una foto de Tristán Cabral,
La nostalgia de lo no vivido,
Mientras aquel prestigioso río arrastraba un sol moribundo
Y sobre sus mejillas rodaban lágrimas aparentemente gratuitas.
No me quiero morir, susurraba mientras se corría
En la perspicaz oscuridad del dormitorio,
Y yo no sabía qué decir,
En verdad no sabía qué decir,
Salvo acariciarla y sostenerla mientras se movía
Arriba y abajo como la vida,
Arriba y abajo como las poetas de Francia
Inocentes y castigadas,
Hasta que volvía al planeta Tierra
Y de sus labios brotaban
Pasajes de su adolescencia que de improviso llenaban nuestra habitación Con duplicados que lloraban en las escaleras automáticas del metro,
Con duplicados que hacían el amor con dos tipos a la vez
Mientras afuera caía la lluvia
Sobre las bolsas de basura y sobre las pistolas abandonadas
En las bolsas de basura,
La lluvia que todo lo lava
Menos la memoria y la razón.
Vestidos, chaquetas de cuero, botas italianas, lencería para volverse loco,
Para volverla loca,
Aparecían y desaparecían en nuestra habitación fosforescente y pulsátil,
Y trazos rápidos de otras aventuras menos íntimas
Fulguraban en sus ojos heridos como luciérnagas.
Un amor que no iba a durar mucho
Pero que a la postre resultaría inolvidable.
Eso dijo,
Sentada junto a la ventana,
Su rostro suspendido en el tiempo,
Sus labios: los labios de una estatua.
Un amor inolvidable
Bajo la lluvia,
Bajo ese cielo erizado de antenas en donde convivían
Los artesonados del Siglo XVII
Con las cagadas de palomas del Siglo XX.
Y en medio
Toda la inextinguible capacidad de provocar dolor,
Invicta a través de los años,
Invicta a través de los amores Inolvidables.
Eso dijo, sí.
Un amor inolvidable
Y breve,
¿Como un huracán?,
No, un amor breve como el suspiro de una cabeza guillotinada,
La cabeza de un rey o un conde bretón,
Breve como la belleza,
La belleza absoluta,
La que contiene toda la grandeza y la miseria del mundo
Y que sólo es visible para quienes aman.



                                         de Los perros románticos

viernes, 5 de julio de 2013

el amor no es relieve - Vicente Aleixandre


Un río de sangre, un mar de sangre es este beso estrellado sobre tus labios. Tus dos pechos son muy pequeños para resumir una historia. Encántame. Cuéntame el relato de ese lunar sin paisaje. Talado por el bosque por el que yo me padecería, llanura clara.

Tu compañía es un abecedario. Me acabaré sin oírte. Las nubes no salen de tu cabeza, pero hay peces que no respiran. No lloran tus pelos caídos porque yo los recojo sobre tu nuca. Te estremeces de tristeza porque las alegrías van en volandas. Un niño sobre mi brazo cabalga secretamente. En tu cintura no hay nada más que mi tacto quieto. Se te saldrá el corazón por la boca mientras la tormenta se hace morada. Este paisaje está muerto. Una piedra caída indica que la desnudez se va haciendo. Reclínate clandestinamente. En tu frente hay dibujos ya muy gastados. Las pulseras de oro ciñen el agua y tus brazos son limpios, limpios de referencia. No me ciñas el cuello, que creeré que se va a hacer de noche. Los truenos están bajo tierra. El plomo no puede verse. Hay una asfixia que me sale de la boca. Tus dientes blancos están en el centro de la tierra. Pájaros amarillos bordean tus pestañas. No llores. Si yo te amo. Tu pecho no es de albahaca; pero esa flor, caliente. Me ahogo. El mundo se está derrumbando cuesta abajo. Cuando yo me muera.

Crecerán los magnolios. Mujer, tus axilas son frías. Las rosas serán tan grandes que ahogarán todos los ruidos. Bajo los brazos se puede escuchar el latido del corazón de gamuza. ¡Qué beso! Sobre la espalda una catarata de agua helada te recordará tu destino. Hijo mío. -la voz casi muda-. Pero tu voz muy suave, pero la tos muy ronca escupirá las flores oscuras. Las luces se hincarán en la tierra, arraigándose a mediodía. Te amo, te amo, no te amo. Tierra y fuego en tus labios saben a muerte perdida. Una lluvia de pétalos me aplasta la columna vertebral. Me arrastraré como una serpiente. Un pozo de lengua seca cavado en el vacío alza su furia y golpea mi frente. Me descrismo y derribo, abro los ojos contra el cielo mojado. El mundo llueve sus cañas huecas. Yo te he amado, yo. ¿Dónde estás, que mi soledad no es morada? Seccióname con perfección y mis mitades vivíparas se arrastrarán por la tierra cárdena.